“No tenemos agua corriente y tengo
que ir a comprar bidones de agua a un alto precio a 100
metros de aquí”, explica Aïcha. “Economizamos
mucho el agua, nos lavamos muy poco y no puedo fregar los platos, ni lavar la
ropa o limpiar la casa”.
El precio del agua en la calle es
hasta 12 veces más cara que la de la red de agua de la ciudad, un precio inaccesible
para los más pobres. En estos barrios, poblados recientemente
por personas que han abandonado el
campo o vienen de países vecinos, la red de agua no llega para adaptarse al
total de la población. Ante esta situación, Acción contra el Hambre está
instalando puntos de distribución de
agua potable en estos barrios con menos recursos. Las enfermedades relacionadas
con el agua son numerosas en el barrio donde viven, dadas las pobres
condiciones higiénicas: no hay agua corriente ni letrinas. En el barrio de
Balbala, situado en la periferia de Yibuti, donde muchos ganaderos han vuelto a
la ciudad tras perder su ganado y viven junto a la población que ha emigrado de
Somalia o Etiopía, apenas cuentan con agua corriente, electricidad, o saneamiento.
“Aquí, cada día nos encontramos con nuevos casos de niños menores de cinco años
que sufren desnutrición”, afirma Haraksan, uno de los
nutricionistas de Acción contra el
Hambre. Porque aproximadamente 884 millones de personas
carecen de acceso al agua potable y
más de 2.600 millones de personas no tienen acceso al
saneamiento básico.
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